lunes, 9 de enero de 2017

Sobre Laura Aquilina, Win Wenders, Chazelle, Ozu y lalalalalalalala


Laura Aquilina flotando en el Simón Bolívar.  Negativo a color 6x6. Bogotá, Diciembre de 2016

Hoy me he levantado y leído la noticia de que la película Lalaland ha ganado todos los premios a la cual fue nominada. Me entero hoy ya que rara vez veo en vivo estas premiaciones. Creo que me divierto mas leyendo a un par de amigas, con unas chispas de alma reencarnada de Joan Rivers, burlarse o apreciar la superficialidad de mucha gente que ni siquiera se que existen pero que caminan por una alfombra roja. Ellas son realmente agudas y graciosas y malucas y esplendorosas en su cuchicheo chismográfico público. En cualquier caso me alegro sin reservas por la película de Chazelle, en quien reconozco a un gran nostálgico por el siglo XX y por algunos de sus mejores capítulos: la era de oro de Hollywood de los años 50, la fotografía de película y el Jazz, de quien siempre dice que se está muriendo. La película celebra esta nostalgia e invita sin reservas a celebrar la vida, el amor, la creatividad. 

Eso me ha llevado todo el día a escuchar a Elle Fitzgerald, Louis Armstrong, Gene Krupa y  Charlie Parker. También pasé por unos valses de Strauss, un disco de Tindersticks: The hungry Saw, otro mas de This Mortal Coil: It will end in tears y ahora voy por unas sonatas de Beethoven ejecutadas en el piano por Wilhelm Kempf, y toda esta música ha acompañado una larga sesión de edición y revisión de retratos, algunos recientes y otros de antaño, suscitando múltiples ideas que trato de traducir en decisiones de edición.

A principios de la vacación tuve que dejar estacionado, inconcluso, sostenido y suspendido en un punto y seguido a un ensayo escrito por Wim Wenders titulado Yasujiro Ozu: El Paraíso Perdido. Digo que lo estacioné pero fue mas bien una manera de hacer un ciclo de reiteración en mi interior por algo que leí e hizo resonancia y reverberación,  y mientras mas pensaba en ello mas sentía la necesidad de hilarlo con otras lecturas e impresiones, sabía que algo comprendía con la intuición, mas allá de lo que estaba entendiendo en la lectura inmediata y primeriza. Allí quedó con sus estelas en eco permanente, comencé a hacer retratos con fervor durante las semanas venideras que ahora son pasadas, la lectura de sustitución fue El libro del desasosiego de Fernando Pessoa y del cual lo primero que subrayé para luego regresar sobre mis pasos fue "El corazón, si pudiera pensar, se pararía" y hoy una vez mas al ver este retrato que aquí muestro vuelvo a revisar el ensayo de Wenders y culminarlo con una cierta intención de escribir  un poco sobre ello, así sean estas notas inconexas que ilustran un poco el tren del pensamiento y que también entendí hoy al ver un video de Roman Coppola de Phoenix "Funky Squaredance" y que se encuentra en la colección permanente del Moma...

"Todo era simple y evidente
(y precisamente esa sencillez
era la que se había perdido junto con el paraíso).
Nos hemos desacostumbrado a ver un flujo de imágenes
que no tenga nada que ocultar
y que, en lugar de insinuar otro significado,
quiera decir todo lo que nos muestra.
Estamos acostumbrados a desarrollar automáticamente una especie de distancia irónica entre nosotros y lo que ocurre en la pantalla.
Pero en las películas de Ozu
no existe necesidad alguna de ironía, ni de abstracción.
Por el contrario.
Esas películas quieren que nos desprendamos de nuestros preconceptos
y que revisemos nuestras expectativas.

Desde una perspectiva artística contemporánea
esa mirada puede parecer ingenua,
tanto por parte del narrador como de lo narrado" (...) WW

Y ya finalmente repuesto de la lectura y en revisión y reflexión de mis mejores intentos de realismo en la fotografía, solo me queda por pensar y evocar lo que me parece un retrato cristalino, sin velo en la observación, esa transparencia entre quien mira y quien se deja ver. Como que si el único gusto y deseo fuese la repetición: revivir una y otra vez el momento, la mirada.