Diego Rísquez. De la Serie: Cineastas Venezolanos. © Óscar Lucien.
¡Que salga bonito!
"Estoy
convencido de que cualquier intento fotográfico para mostrar a la persona plena
es una tontería. Sólo podemos mostrar, lo mejor que podamos, lo que la persona
revela exteriormente. La persona interior rara vez se revela". (Arnold
Newman)
En Septiembre de 2009, mientras
transcurría la Asamblea General de Naciones Unidas, el fotógrafo londinense
Platon instaló un pequeño estudio en el lobby del emblemático edificio de Nueva
York para ejecutar su proyecto Portraits of Power, un portafolio sobre un centenar de líderes mundiales
allí congregados. Entre las múltiples anécdotas que comenta Platon del trajín
que significó colocar frente a su cámara a personajes tan singulares y
controversiales como Ahmadinejad, Chávez, Gadaffi, Putin o al sin par
Berlusconi, vale la pena destacar la petición del Primer Ministro israelí
Benjamin Netanyahu: “make me look good”, que
libérrimamente traducido al criollo podría ser: ¡Que salga bonito!
La solicitud de Netanyahu podría dar
elementos para discutir sobre el retrato en términos de un acuerdo, de un
trato, de un intercambio consensual entre fotógrafo y personaje retratado.
Subrayo, no obstante, algo tan esencial como que una fotografía o, en más
estricto sentido, una buena fotografía, no es (tan sólo) un registro técnicamente impecable de la
“realidad”, sino una construcción intelectual de esa realidad. La pregunta que
se hace todo aquel que toma una cámara fotográfica en sus manos es cómo hacer
una buena fotografía o, una vez que ha fotografiado un personaje, un paisaje, o
un evento callejero, si su registro tiene calidad.
Si bien los aspectos técnicos tienen un
papel significativo, lo esencial sigue siendo la mirada, la forma personal como
vemos o construimos la realidad fotografiada. La petición de Netanyahu es
también reveladora en ese sentido. Él sabe, o intuye, que su retrato no será
una copia mecánica de su figura sino que lo que veremos en la foto será el
resultado de la visión particular de ese fotógrafo, y por eso trata de
establecer un acuerdo: “make me look good”.
En mi modesta escala, he avanzado el proyecto “Cineastas
venezolanos”,
consciente de esa relación de intercambio, la cual adquiere resonancias
particulares en la medida que los retratados son profesionales en el ámbito de
la construcción de imágenes, atento igualmente a la tensión que eso genera en
la medida que deben ceder el control que usualmente dominan en un plató y,
particularmente inspirado en la obra de Arnold Newman.
Óscar Lucien
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